Vivir y habitar todos los prismas de lo sido para atesorar las maravillas, para acunar las tristezas, para enjuagar la desolación y conseguir una luz más certera y real con la que alumbrar las horas venideras. Abrazar nuestras cicatrices y aplaudir al comprobar que seguimos con vida a pesar de ellas, tal vez a veces gracias a ellas.
Dejadme espacios,
espacios vacíos
para llenarlos
de luz, solo de luz
—azul
valiente y serena—.
Que entre a raudales
por las rendijas
de la casa inmensa.
Cubriendo tristezas,
como bandadas
de pájaros indómitos,
como flechas
de pájaros viajeros
en la lejanía.
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